En este amanecer nuevo que es mi estado de zen absoluto, en el que me da lo mismo que lo mismo me da lo que pase o deje de pasar, me encuentro con una paz de las que sólo disponemos ciertos personajes que hemos tenido que lidiar con situaciones que en mi opinión, no debería de pasar nadie.
Situaciones que hemos pasado nosotros porque seguro que otra persona no las hubiera soportado.
Luego te empapas de libros de desarrollo personal (mal llamados auto-ayuda, ya que ayudan más a los que te rodean que a ti) y resulta que (y aquí viene lo gracioso) el universo te ha puesto esas situaciones a ti para que las pases y las superes, es decir, las trasciendas y te transformes a través de ellas.
Nos viene a decir que "necesitábamos" de esa situación difícil en concreto para sanar una parte de nosotros que no estaba bien. Y aunque al principio parezca una putada de la vida, resulta que al final era lo mejor que te podía pasar para vivir la situación futura que te tiene preparada la vida, la muy bribona.
Y a lo mejor, esa situación o esa persona que te hizo la vida imposible ni siquiera es así en realidad, sino que para otras personas es un ángel de la guarda, dulce compañía no me dejes sola que me perdería y para otras es un demonio emplumado con cara de "voy a morderte y sabes que lo haré".
Y piensas: Ojalá y me hubiera dejado sola. Ojalá me hubiera regalado la vida su ausencia en lugar del regalo de haberle conocido.
Pero no fue así y no lo fue por algo, por ese algo que estas a punto de descubrir, por ese cambio que necesito hacer en mi para que otros amores crezcan a mi alrededor como diminutas flores que ni siquiera voy a molestarme en ver.
Porque el tiempo para perdonar lo que pasó, el camino que nos lleva a la trascendencia de ese hecho, es realmente el regalo que está destinado a nosotros.
Comentarios
Publicar un comentario