Hay un hecho que es común a todas las personas,
hombres y mujeres, del cual no nos podemos librar porque es tan implacable como
la fuerza de la gravedad.
He conocido
a multitud de personas en mi vida. De todo tipo, de toda posición y de toda
religión. Gente hecha a sí misma, o vividores hijos de un pobre señor que
trabajó hasta la extenuación para que su hujo mayor tuviera de todo menos
vergüenza.
He conocido
hasta a millonarios de libro, de esos con un garaje con una colección increíble
de coches clásicos, o importantes constructores con muchísimo éxito y poder que
yo conocí con 20 años y me trataban como a una hija, nos respetaban a los
jóvenes de mi generación y veían el futuro prometedor en nuestros ojos.
Hombres con
una familia maravillosa, fabulosos maridos, padres y empresarios con casa en
las afueras, que no dudaban en darme consejos sobre la vida mucho mejores de
los que me dio mi propio padre.
Esta
experiencia me hizo pensar muchísimo en la errónea creencia de que el dinero
hace malas a las personas o que sólo tienen dinero y posición los que no se lo
merecen.
No señor,
eso no es así. Los que son malas personas lo son pobres o ricas, con o sin casa
en Cabo de Palos y o ser miembros distinguidos del Tiro Pichón.
He conocido
excelentes personas con un patrimonio digno de un marajá y a auténticos
desgraciados que me trataban por encima del hombro y sin un ápice de respeto, más
pobres que ratas de alcantarilla. Lo que plantea una idea que nos regaló Napoleón Hill en 1937 (Piense y Hágase Rico): “La persona que trabaja más duro cuando su jefe no
está presente, es más probable que nunca tenga que preocuparse por su
estabilidad en el empleo, e incluso que esté cada vez más cerca su promoción”
Trabaja más
en ti mismo que en tu negocio / empleo.
Puedes
trabajar horas y horas en tu emprendimiento, gastar años de tu vida en hacer
crecer tu negocio, olvidándote de toda tu vida, de tu familia, de tu cuerpo y
de tu alma, de la gente que te quiere o quiere quererte y tú mientras ahí
zambullido en una maquinaria infernal que tú mismo has creado pero que no sabes
por qué no termina de despegar.
Hay algo
que no funciona y no sabes por qué.
Por más que
pases noche tras noche descuajeringándote los sesos intentando adivinar qué es
lo que estás haciendo mal, por qué no despega, por qué, aunque crees que lo
estás haciendo todo bien algo no encaja.
Te diré lo
que pasa: En el fondo, tu alma lo sabe. Tu alma lo sabe todo y lo ha sabido
siempre. El hecho de estar sometido a las leyes universales. Las leyes universales
siempre están actuando, como las leyes de la termodinámica. Es como si
quisieras ir en contra de la gravedad: Seis con sesenta y siete por diez
elevado a menos once Newtons por metro cuadrado partido de kilogramo cuadrado,
es la constante universal que no va a cambiar por mucho que te cabrees con
ella.
Puede ser
que durante un tiempo todo hasta te vaya bien, puede ser incluso que creas
volar cuando te tiras colina abajo, pero impepinablemente tu masa se
multiplicará por la aceleración al cuadrado que cojas al caer, haciendo que te
estampes con una ostia terrible en el frío suelo. Y sucederá tarde o temprano,
no lo dudes.
Si crees
que estás siendo más listo que el universo, (o más listo que otra persona, u
otras personas…) si crees que ganas algo engañando, retorciendo hechos a tu
favor, haciendo que otra persona quede mal si el fallo te pertenece a ti, o apropiándote
de material, personas o dinero que no son tuyas, el universo aplicará la ley
del equilibrio, siempre funcionando, que te quitará por otro lado algo que es
valioso para ti.
Para
documentarte, te pongo las siete leyes naturales que siempre están activas y se
retroalimentan unas a las otras:
1. Ley del Mentalismo: Todo
en el Universo es mental, toda la creación y nosotros los seres humanos también
lo somos. La realidad que vivimos es así porque antes la hemos pensado y
fabricado en nuestra mente, tal es así que podemos crearla y destruirla con
nuestra manera de pensar. Si elegimos lo que pensamos, crearemos nuestra
realidad.
2. Ley de Correspondencia o Dualidad: Como es arriba es abajo, como es dentro es fuera.
Nuestro exterior es un espejo de lo que somos en nuestro interior y no vemos
nada fuera que no llevemos ya dentro.
3. Ley de la Vibración: Todo
está en movimiento constante, todo en el universo vibra, se mueve y circula.
Cada cosa a una frecuencia distinta (como las emisoras de radio). Cada
pensamiento o emoción tiene su propia vibración, los malos pensamientos vibran
bajo y la felicidad vibra alta. Si queremos manifestar una realidad más
positiva tenemos que elevar nuestra vibración, es decir, intentar estar siempre
en positivo para que nos pasen cosas buenas.
4. Ley de la Polaridad: Todo tiene dos polos o extremos, aparentemente opuestos entre sí pero en
definitiva son lo mismo. Como decía Kipling: "Trata al triunfo y al
fracaso de la misma manera, como dos impostores".
5. Principio del Ritmo: Todo
está en constante cambio y nos propone reconocer nuestro propio equilibrio. Si
ponemos demasiada energía en un extremo o pensamiento, por este principio
sucederá justo lo contrario, ya que se ha provocado una polaridad excesiva y es
necesario ajustarla por ley.
6. Ley de Causa Efecto: Todas
nuestras acciones tienen una reacción, las manifestaciones actuales de nuestro
presente no son más que los resultados de pensamientos, acciones y emociones de
nuestro pasado: "Si quieres conocer su vida pasada, contempla su presente.
Si quieres saber tu futuro, observa las acciones que realizas en tu
presente".
7. Principio del Género: Todo ente masculino tiene su parte femenina y al contrario. Cada
energía tiene su propósito y su función. Integrando ambas energías, la
masculina y la femenina podemos utilizar la unión de ambas fuerzas para elevar
nuestra vibración.
En resumen
y tal: Como actúes en contra de estas leyes, el universo te la lía parda, luego
no digas que nadie te lo advirtió.
Espero
amigos que hayan disfrutado la lectura y que de vez en cuando me hagan caso, no
lo digo yo, lo dice nuestra amiga la metafísica, tan denostada como
desconocida.
Feliz camino
:)
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