JUVENTUD. CRECIMIENTO PERSONAL
¡Sí señor, la revolución! ¡Gracias a Dios! Ya era hora que se pusieran
en orden las manifestaciones divinas, que no son más que las pasiones humanas
hechas leyes. Vale…, ¿qué?
Vamos a ver, me refiero al gran cambio de era que
estamos experimentando, que por fin nos damos cuenta de que ya llega, que está
aquí, y mis colegas de la EGB, también llamados de la generación X (Reality
Bites dixit) y yo estamos siendo los últimos damnificados del cambio de orden
de un sistema que fue perfectamente diseñado por nuestros padres, los baby
boomers, que al igual que nosotros, hicieron todo lo posible para que se
instaurara el suyo.
Los cuarentañeros de ahora somos los encargados de la
implantación de un esperado update en el sistema operativo mundial, con
actualizaciones de cosas que hasta ahora nunca habíamos pensado que podrían
estar legisladas, y ya no hay que saltarse el sistema o hacerlas a mano, como
integrar la educación emocional en las escuelas vía LOMLOE o que haya leyes
específicas de aplicación a personas violentas, acomplejadas y desequilibradas,
diplomáticamente llamada Ley Orgánica de Protección Integral contra la
Violencia de Género, por ejemplo.
El problema es que, durante los años de adaptación al
nuevo paradigma, tenemos que convivir de forma más o menos institucionalizada
con aquellos y aquellas que contribuyeron con mucho trabajo a implantar el
antiguo paradigma, que tanta falta hacía en su momento, pero que ahora no
procede su aplicación a la realidad actual.
Cada vez a más velocidad va evolucionando y
progresando la experiencia colectiva en la difícil coexistencia de ambas
realidades, es como vivir con los abuelos cuando tienes 20 años. La realidad
actual pertenece a la generación que ahora tiene esa misma edad. Los nacidos al
saltar el milenio practican el desapego con más facilidad con la ventaja de que
se espera menos de ellos que lo que se esperaba de nosotros, por tanto, son más
libres en todos los sentidos, con lo que a veces se sienten algo perdidos, pero
creedme niños y niñas, nosotros también lo estábamos.
A nuestros padres boomers les prometieron un futuro
estable si hacían lo correcto, y quien lo hizo, en mayor o menor medida lo
tuvo, a nosotros los egeberos nos prometieron lo mismo y nos dimos de bruces
con una realidad cambiante que nosotros mismos hemos tenido que inventarnos
instintivamente para poder sobrevivir, en muchos casos en clara oposición a
opiniones (no violentas con suerte) bien fundadas de nuestros progenitores que
no entendían por qué haciendo lo mismo que ellos, obteníamos resultados
distintos, y por eso creían que lo estábamos haciendo mal.
Pero no, nos educaron para un mundo que ya no existe,
un mundo que nosotros mismos estamos aun fabricando, con nuestra consiguiente
evolución personal, emocional y social, rompimiento de paradigma anterior que
nos hace replantearnos totalmente nuestra visión de nosotros mismos y de lo que
queremos que sea nuestra vida. Ya no hay bloqueos, no hay más límites ni techos
de cristal que los del sentido común, las leyes naturales y las emociones. Mira
lo que ha pasado en Madrid, o en otros países con supuestos "líderes"
puestos a dedo sin preguntarse si de verdad lo son. Si no vales, no vales. Da
igual. Si de forma natural no es, no se puede imponer. El poder reside
donde los hombres creen que reside (Ver artículo)
Aunque a los ochenteros nos pueda sorprender la
influencia de los millennials en la sociedad actual, estos nativos digitales
han surfeado ola tras ola sin vacunarse y sin despeinarse, atendiendo al
principio natural de supervivencia por adaptación al entorno. Dejados de la
mano de las instituciones, cada vez menos estables, poco a poco, se ha ido
instaurando su naturaleza instintiva, creando un mundo ad-hoc en el que los
herederos de La Bola de Cristal nos postramos a sus pies y no podemos hacer
otra cosa sino aprender de ellos.
Es ley de vida, la naturaleza y lo nuevo se abre
camino. La juventud viene pisando fuerte, como tiene que ser, como siempre tuvo
que ser. No existe avance sin revolución, sin el barrido a los cimientos
resquebrajados de una sociedad cada vez más consciente y realista. O te subes a
su ola o te hundes.
Tú puedes hacer lo que consideres, pero yo me subo. Desde
mi realidad semi-estable les ayudo, les apoyo, les aliento y les doy lo que
necesitan, mis experiencias si les sirven, herramientas vitales, emocionales y
morales para que sigan construyendo un mundo cambiante en el que nosotros,
amigos y compañeros egeberos que ahora manejamos el cotarro, y dejaremos de
hacerlo en pocos años, vivamos nuestra jubilación pensando que hemos dejado un
buen legado a las generaciones futuras.
Buen camino :)
Laura García Sánchez
Ingeniera en Telemática. Docente de Formación Profesional.
Comentarios
Publicar un comentario