Hay un capítulo de Sexo en Nueva
York, otra de mis series fetiche, que comienza con una invitación a una fiesta
de presentación de un bebé, lo que aquí en la tierra media sería lo que viene
siendo un bautizo. El capítulo en cuestión comienza con un repaso de lo que en
los años noventa debía de ser un sábado por la mañana cualquiera de una
soltera: Todo el día se lo pasan de compras (en los tiempos que estamos nos lo
pasamos haciendo deporte, y lo sabes).
Las solteras de los noventa
compraban el último Vogue, flores y regalos para las exsolteras, o recién
casadas o madres recientes. Aparece la protagonista atareada recorriendo los
prenatales de la ciudad buscando en las listas de bebés algo que pueda hacer
que salga su nombre en los extractos de compra de la tienda, como en las listas
de boda pues igual.
Nuestra querida protagonista
llega al casoplón de la feliz mamá de tres rubiales con el regalo más caro que
quedaba, para el recién nacido. Llega perfectamente peinada, vestida y con unos
Manolos de más de quinientos dólares surcando sus tobillos. Tras dar el regalo,
le piden que se descalce con la excusa de que los niños siempre están cogiendo
cosas del suelo. Se queda en la aburrida fiesta por compromiso y con buena
cara, hasta que llega la hora de irse y resulta que le han mangado los Manolos.
¿Y ahora de quién es la culpa?
La madre anfitriona de la fiesta
pone cara de póker y pasa de todo y nuestra amiga se va con unas zapatillas prestadas
sucias y raídas, mientras recuerda con nostalgia sus perdidos stilettos
plateados que le habían costado lo que un mes de alquiler. La madre opinaba que
ella no tenía la culpa de que sea una extravagante y nuestra amiga se va
avergonzada.
Cualquiera en su sano juicio
simplemente habría dejado correr el tema, pero nuestra Carrie es mucha Carrie.
No se conforma con lo que hay y aquí es donde viene su reflexión.
Si una mujer decide no casarse
y/o no tener hijos, no existe ninguna ocasión en la tenga sentido hacerle un
regalo valioso, como una casa, una cocina nueva, un vestido de tres mil euros,
un cubierto prohibitivo en una cena, etc. Las solteras en cambio no deben tener
ningún problema en soltar sumas desproporcionadas a sus ingresos en regalos
para las “afortunadas” que se casan, sin embargo, parece que no se trata de una
calle de doble dirección.
Hay otra desigualdad callada,
quizá porque aquí los hombres no entran, que es entre nosotras. Mejor dicho,
entre algunas de nosotras, porque afortunadamente no todas somos así. Un mirar
por encima del hombro de algunas féminas que creen haber cumplido con los
estándares de la sociedad, como un contrato en el cual ellas han hecho su parte
y esperan recibir su recompensa y reconocimiento de todos nosotros.
Al final del capítulo, nuestra
prota se arma de valor y en un acto de reivindicación a su libertad para elegir
calzado, que puede significar perfectamente su libertad para elegir cualquier
otra cosa o quizá su propio, particular y muy respetable estilo de vida, pone
una “lista de bodas de soltera” en la famosa zapatería de lujo, y como único
artículo en la lista, un par de zapatos igual a sus Manolos robados en casa de
la amiga.
Todas las mujeres tenemos derecho
a elegir nuestra forma de vivir, nuestro estilo, nuestra vida. Ya no vivimos en
los años en los que estaba mal visto o bien visto hacer una cosa o la otra.
Tenemos -por haberla conquistado y peleado- absoluta libertad personal y social
para tomar las decisiones que nos hagan más felices, en este momento. Y también
tenemos derecho y libertad de cambiar de opinión y casarnos o tener hijos ya pasada la edad
estándar, igual que existe el derecho a divorciarse justo en los años en los
que se supone que el matrimonio debe estar más sólido.
Gracias a mujeres que no se han
avergonzado y se han armado de valor para reivindicar su forma de vida, su
derecho a votar, a estudiar, a trabajar o a abrirse una cuenta bancaria sin
permiso, aún siendo mal vistas, yo puedo escribir este artículo y tú leerlo y
disfrutarlo libremente. Y hasta opinar sobre él si te apetece.
Respetémonos señoras, que aún nos
queda mucho camino que recorrer juntas, y quizás nos encontremos en la vuelta.
Feliz Camino ;)
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